Por: Hernán Himmler
En el colegio siempre tuve gente que me parecía débil. No aportaban nada. No tenían ningún plan para dañar algo, joder a alguien o en fin tener una idea destructiva. Tenían un espíritu mediocre. Esos débiles entraron a la universidad y cambiaron. Lo primero que hicieron, como cualquier bacteria, fue buscar más débiles porque sabían que de lo contrario irían a seguir siendo infelices y acabarían siendo absorbidos por el sistema. Se mamaron de los fuertes. No querían sentirse más débiles. Y claro, débiles es lo que sobra en esta platanera colombiana (que ahora los cultos llaman país de Macondo). En efecto se crearon grupos o parches que siguiendo modelos sociales, como los estudiantes de la Nacional, querían mostrar que en universidades privadas, podría vivirse de forma diferente: Los débiles estaban mostrando querer ser líderes y liderar un movimiento. Lo primero era buscar unos principios; lo segundo un estilo de vida y lo tercero una forma de reproducción.
Acudieron sin mayor dificultad a la corriente que recibe a los débiles: La izquierda. De ahí tomaron y ajustaron algunos principios. Lo primero y más fácil fue irse contra El Sistema. Mostraban rechazo total a los que como borregos seguimos las direcciones del mercado. Invocaban a Marx, sin haber leído el Manifiesto. Idealizaban al Che Guevara y oían las canciones de Silvio y Mercedes Sosa. Tomaban todo el día café, incluso después de jugar los 90 minutos de un partido de fútbol. En las comunes tardes de calor capitalino se resistían a quitarse la bufanda sucia y puerca.
Sus sacos de lana agreste y espinosa no les proporcionaba ninguna alergia. Por el contrario entre más espinas trajera su buzo mejor. Sus pantalones vueltos nada, añejos y podridos. Sus Zapatos Hevea de goma y gamuza eran lo máximo. Y para completar lo más play entre esa plaga de humanos era decir que compraban ropa en la Plaza España. Sus vacaciones las pasaban en el Tayrona. Y sus amigos eran otras bacterias iguales. En clase se portaban como acérrimos contradictores de los fuertes. Y claro como eran más que los fuertes, se convertían en un monstruo pegajoso y formado por moscas. Su líder espiritual era Lucho Garzón. Y su máxima ambición era decir que estuvo en Opción Colombia. Siempre decían que Colombia era un país rico y que lo que faltaba era la llamada redestribución de la riqueza. Pedazos de escoria, dejen de joder que están muy viejos y mejor entren al Ejercito y pónganse a dar bala. Y por último no me vengan con el cuento de los Derechos Humanos, que las ONG serán tema de otro día. Por ahora les recomiendo leer El Mito de Santander I y II escrito por Laureano.