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PERICO DE LOS PALOTES CABALGA DE NUEVO
Armas caseras

 
 
Por: Juanito Brincalaverja

Qué habrá sido de aquellos buenos tiempos en los que, cuando un
granuliento adolescente norteamericano no era muy popular dentro de
sus amiguitos del colegio (que alguna que otra inocente travesura le
habrían jugado), quería vengarse de una niña por haberle rechazado
una invitación al cine, o simplemente quería adquirir un poco de
notoriedad, resolvía las cosas a la antigua: llevando al colegio una
mini-uzi o una granada de mano y aniquilando, sin remordimiento de
conciencia alguno, a todo el plantel estudiantil de su colegio, a
todo el profesorado, y a cuanta señora del aseo tuviera la mala pata
de interponerse en su camino? Aquellas escenas se habían vuelto
cotidianas en esa maravillosa tierra de las oportunidades, donde
-como se ha dicho más de una vez, al contemplar con horror alguna de
las sangrientas escenas que transmiten día a día los noticieros-,
todo es posible (siempre y cuando se tenga talento, tezón, y un poco
de iniciativa).

Se trataba, simple y llanamente, de un típico caso de
sobre-exposición a los medios masivos; fenómeno tan común en nuestros
días, y tan sintomático de lo adelantado de nuestra cultura
contemporánea: colorida, alegre y jovial, y con una especial
debilidad por la experimentación arriesgada, esa que desafía los
estrechos parámetros estéticos, éticos y morales de ciertas
mentalidades retrógadas, estancadas todavía en el ya remoto siglo XX.

Que sería, repito, de aquellos buenos-viejos tiempos? Una masacre a
sangre fría requiere por lo menos de una considerable cantidad de
agallas, y constituye un acto no del todo exento de cierto heroísmo
endurecido, al mejor estilo de Wayne, Cagney, Terminator, Dirty
Harry, Boogie el aceitoso, o más recientemente este otro pizco de
Natural Born Killers (favor insertar aquí el nombre; el
Alzheimer...). Ahora todo ha cambiado: unos cuantos gramos de
Titanio, a precio de huevo en el mercado negro, y una oscura llamada
telefónica haciendo alguna ridícula demanda imposible de cumplir, es
todo lo que la nueva generación joven estadounidense necesita para
abrirse un lugar en el mundo...

Si les funciona a los jefes de estado para manipular la política y
economía mundiales, por qué no habría de funcionarles a ellos (que
tienen, por cierto, aspiraciones mucho más humildes)? Pero más
valdría que todos empacáramos los cinco trapos roñosos que nos
quedan, redactáramos un testamento inútil, y le diéramos de una buena
vez nuestro postrero adiós a este hijueputa mundo tan miserable, que
igual no prometía mucho antes de la llegada de estos mocosos que
crecieron viendo South Park, y derivan un kick igualmente fuerte de
proferir una palabra insultante, romperle la ventana a un vecino o
lanzar una bomba atómica que acabe de joder nuestro agonizante
planeta.

He dicho.

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