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PERICO DE LOS PALOTES CABALGA DE NUEVO
Diciembre y navidad: una mascarada sin salida

Por: Elver Gómez Torva

 

Por estas épocas decembrinas la nostalgia y la solidaridad parecen invadir el corazón de todos aquellos que nos rodean. Nostalgia por la inevitable acción evocativa que provoca el sonar de las panderetas y las maracas; y solidaridad debido a la mundana cohesión de los cerdos humanos en torno de los valores cristianos. Nos han inculcado hasta la saciedad que la navidad es una fiesta inspirada en la unión familiar y en la buena disposición del alma; en la rastrera vocación religiosa y en la pueril vehemencia de los rezos; en la fútil y prescindible creencia en lo sobrenatural y, casi subsidiariamente, en la alegría de espíritu que insufla la imperiosa obligación de regalar baratijas a los demás.

            El nacimiento de Jesús, filósofo embaucador y profeta desdeñado, adornado por todas las guirnaldas heroicas de sus hazañas místicas, no me provoca asombro de ninguna clase sino, más bien, una negra risa. Las narraciones de la estrella guía y de los reyes magos solamente me hacen pensar en el delirio febril de un alucinado hippie. El vaho del burro y del buey en el pesebre desencadenan en mi alergénica constitución una piquiña inevitable. La idea de una campesina virginal ungida por el espíritu santo con el fruto de la santidad me resulta casi nauseabunda, tanto así como la creencia en la salvación del niño Jesús de las garras de Herodes, carnicero al que no se le escapaban ni sus más cercanos colaboradores.

            Me resisto a creer que después de tantas centurias en las que la idea rectora de nuestro salvador ha provocado tanto derrame de sangre y tanta miseria el fervoroso cristiano pretenda continuar influenciándonos con la despreciable idea de la natividad.

Hoy la fiesta navideña no es más que un puñado de regalos y buñuelos; no es más que las migajas de amor que subsisten entre los hombres, y no es más que la orgiástica fiesta de los comerciantes. ¿No es esa, acaso, la razón por la cual las ciudades empiezan a ser brutal y abusivamente decoradas desde que las calabazas de octubre son arrojadas a los basureros?

Apreciada comunidad de inconformes. La navidad no es más que una farsa y un pretexto para hacernos creer que diciembre es la época feliz y el mes de la alegría. ¡Nada más falso! ¿Acaso ustedes no han sido víctimas de las reuniones familiares interminables y de las estrambóticas líneas de esa repulsiva novena de aguinaldos? ¿No han sido vulnerados en su intimidad cuando alguna tía despreciable los obliga a sacar la pandereta y a cantar esas horribles muletillas decadentes que son los villancicos?

¡Por favor, un poco más de respeto peces cristianos ictus piscis!. No todos comulgamos con el cuentico de la navidad y los milagros del filósofo, y mucho menos con esa ridícula parafernalia de costumbres desdeñables.

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